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Día de la discapacidad. El postureo y la soledad compartida


Un año más, el 3 de diciembre celebramos el Día Internacional de las Personas con Discapacidad.

Y, déjame que te diga, ya no sé si me alegra o me provoca mala leche.

El postureo de los Días Internacionales

Vivimos en una sociedad en la que no hacemos más que inventarnos días para todo. Hay días en los que las redes sociales se llenan de varios días mundiales, internacionales o nacionales. ¿De verdad sirve de algo?

La verdadera función es concienciar, visibilizar, luchar por alguna causa. Sin embargo, y como ya he dicho otros años, en la mayoría de los casos se trata más de un postureo barato que de un verdadero bien.

En las redes sociales se acumulan fotos, hashtags, mensajes… Todo muy bonito. A ver quién consigue más likes o Me gusta. Pero ¿Somos realmente conscientes de lo que significa?

Creo que no estamos preparados para tanta infoxicación de Días Mundiales. Es imposible comprometerse o incluso pararse a pensar en todos.

Y no. No estoy en contra de cualquier acción (por pequeña que sea) que luche por la inclusión y normalización de la discapacidad. Todo lo contrario. Si no este blog no tendría sentido.

Lo que realmente me molesta es la burbuja que se crea en estos días.

Día Internacional de las Personas con Discapacidad

Cada 3 de diciembre y los días circundantes se habla del Día Internacional de las Personas con Discapacidad.

Todo son noticias sobre la discapacidad, sobre todas las buenas obras que alguna organización o empresa u organismo oficial ha hecho para favorecer la vida de este colectivo. Cuando los que vivimos la discapacidad desde dentro conocemos la realidad.

No me sirve que me vendas que eres super «inclusivo» porque has hecho una aplicación accesible cuando todas deberían serlo.

No me sirve que hayas contratado a una persona con discapacidad y lo promulgues a los cuatro vientos cuando es solo para cubrir un cupo que tienes que cubrir por ley y has intentado por todos los medios que sea una persona con discapacidad pero «no tanto». Que no se note.

No me sirve que la gente aún se escandalice porque haya puestos de trabajo para personas con discapacidad. Como si eso fuese una discriminación o incluso un disparate: «¡¿cómo va a tener una carrera una persona con discapacidad?!».

El día a día está lleno de momentos que necesitan la visibilización y la inclusión pero muchos se creen que con ser «socialmente responsables» una vez al año es suficiente.

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La diversidad siempre suma: GLIRP + Ver Sin Límites

SOS Soledad, yo también cuento

Dejando a un lado mi critica, con la que estarás de acuerdo o no, me gustaría hablar también del tema que han escogido el CERMI y la Fundación CERMI Mujeres para el Día Internacional de las Personas con Discapacidad este 2019: «SOS Soledad, yo también cuento«.

En su comunicado (que puedes leer en este enlace), nos hacen reflexionar sobre un gran problema que tienen las personas con discapacidad: la soledad no deseada.

Un gran porcentaje de personas, especialmente mujeres, con discapacidad vive solas, aisladas por diferentes motivos, y no por gusto. Somos invisibles también en este aspecto.

1 de cada 5 personas con discapacidad viven solas. De estas, 4 de cada 10 lo hacen por que no tienen otra opción, De estas 4, 3 son mujeres.

En el manifiesto se detallan algunas razones de porqué la discapacidad provoca esta situación de soledad: la falta de accesibilidad en entornos, productos y servicios, falta de apoyos, residir en zonas rurales o con falta de actividades inclusivas, infravaloración de las personas con discapacidad

Se hace mucho hincapié en infraestructuras, ayudas, medidas, estrategias, iniciativas… pero donde realmente tiene que haber el cambio es en la mentalidad de la sociedad en general.

Es cierto que todas estas políticas, programas, etc. pueden ayudar a concienciar pero también depende de si estamos dispuestos a creer realmente en la inclusión o solo es postureo.

La soledad compartida

Hablando de la soledad por obligación también me gustaría añadir algunas pinceladas más al respecto.

Aunque parezca que no, hay muchos tipos de soledad y cada uno la vive a su manera.

Y, sí, ya sé que suena raro eso de «soledad compartida» pero tiene su razón.

A veces las personas con discapacidad también hacemos partícipes (sin querer y sin culpa) de nuestra soledad a las personas que tenemos cerca, por ejemplo nuestra pareja.

Yo, afortunadamente, no vivo sola y puedo sentirme afortunada de contar con gente (aunque muchas veces en la distancia) que me apoya.

No soy una persona de muchas amistades y, aunque a veces me gustaría tener más vida social, no me puedo quejar.

Tengo una pareja con la que me voy a casar en unos meses y en ese aspecto no puedo ser más feliz. Sin embargo, la sociedad sigue sin entender las necesidades de una persona con discapacidad y su entorno. Un aislamiento condicionado, podríamos decir.

Nuestra relación es particular y a la vez igual que cualquier otra. Somos dos chicas: una con discapacidad y otra sin. Vivimos momentos difíciles y momentos geniales. Y también momentos normales que no todo es blanco o negro.

Sin embargo, a veces parece que algunas personas no entienden que yo dependa de mi pareja (o mis padres o mi hermano) en algunas situaciones. O que me acompañe a sitios desconocidos donde no soy capaz de orientarme, o me lea los textos que no puedo, o me lleve en coche a tal lugar, etc.

Conocer realmente lo que es la discapacidad es complicado. Lo comprendo. Pero que personas supuestamente amigas no entiendan ese vínculo, duele. Que le echen en cara a mi pareja que pasas demasiado tiempo conmigo y le dejen de llamar o le digan que no es buena amiga por eso, también.Parece mentira pero estas cosas ocurren.

Y es ahí cuando llega la impotencia de quien no tiene una discapacidad pero vive sus efectos. Y no es agradable. Quienes hemos convivido con la discapacidad toda la vida nos hemos curtido en mil batallas de desplantes, discriminaciones, invisiblidades… Pero quien nos acompaña las sufre también.

Alguien me dijo una vez que enamorarse de una persona con discapacidad es algo de valientes y de una calidad excepcional. Y tenía toda la razón.

Una sociedad sin empatía

Una soledad compartida; una sociedad que muchas veces no puede comprender lo que los demás sienten o viven. ¿Falta de empatía?

Muchas veces oigo eso de «respetar las diferencias» o «la diversidad nos enriquece» pero ¿Estamos dispuestos a conocer el mundo más allá de nuestras propias vidas? ¿A darnos cuenta de que una persona con discapacidad es una persona antes que nada?

Muchas veces una puede estar sola y ser feliz. O compartir la soledad con otra persona y serlo también. El problema es cuando la sociedad te empuja irremediablemente a una soledad que no quieres.

Vivir sola sin quererlo es triste, es la punta del iceberg. Pero para llegar a ese punto hay muchas más pequeñas acciones detrás que han llevado a esa situación.

En un día como hoy, el Día Internacional de las Personas con Discapacidad, todos deberíamos hacer un pequeño examen de conciencia y pensar realmente si estamos haciendo todo lo posible para que este mundo sea inclusivo. Tanto personas con discapacidad como sin ella. Que nosotros también tenemos que poner de nuestra parte.

Necesitamos un poco más de ponernos en el lugar del otro y no tanto postureo.

No hay un Día de las Personas con Discapacidad, son todos los días. Que el 3 de diciembre sea una referencia puede ayudar, pero depende de nosotros y esa semilla germina o se muere hasta el año que viene.


2 comentarios sobre “Día de la discapacidad. El postureo y la soledad compartida”

  1. Como mujer ciega total te doy las gracias por publicar este post. Gracias por abordar lo que el enfoque paternalista de esta especie de fiesta de medallitas quiere ocultar: la realidad pura y dura.

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