Hoy una persona me ha ayudado a cruzar la calle. Sigo en shock. Un pequeño gesto puede alegrar el día a mucha gente.
Esta semana os iba a hablar sobre coches y como la tecnología a veces nos complica la tarea de cruzar la calle a las personas con discapacidad visual, pero lo dejaremos para la próxima.
Sin embargo, como comprobaréis el tema de hoy está muy relacionado con eso.
Muchas veces me quejo de que las personas con baja visión pasamos demasiado desapercibidas para la sociedad en general. Hecho que agradezco enormemente pero que en momentos puntuales nos perjudica porque los demás no son conscientes de nuestra situación y necesidades.
Sin embargo, hoy al ir a trabajar me ocurrió una cosa muy curiosa que no podía dejar pasar por alto ni mencionar en el blog.
Como siempre digo, para mí y para muchas de las personas con baja visión, cruzar la calle es uno de los momentos más tensos que puede haber y que causa a veces ansiedad e incluso miedo y aislamiento si no se afronta.
Están los semáforos, los semáforos con sonido, la técnica del patito que ayuda mucho… (Si aún no la conocéis podéis leer el artículo «La Técnica del Patito» en nuestro blog) pero muchas veces hay que enfrentarse a la realidad sin más.
Como he dicho antes, esta mañana al ir al trabajo, como cada día me planté ante un paso de peatones y me puse a esperar a que se pusiera en verde el semáforo y que yo pudiera verlo.
Cuando voy sola mi ruta es más larga pero me aseguro de que hay semáforos que me den algo más de tranquilidad. Mientras esperaba hubo un momento largo en que no pasaban coches y del otro lado de la carretera dos señoras empezaron a cruzar.
Una de ellas cuando casi estaba a mi altura me dijo «Tranquila, puedes cruzar que no vienen coches». En ese momento me quedé alucinando y crucé rápidamente, no sin antes agradecérselo enormemente, sobre todo por el hecho de darse cuenta de mi necesidad y porque tenía prisa, aunque debo admitir que, por mi propia seguridad, siempre intento respetar los semáforos.
Ese simple hecho en sí me alegró la mañana pero también me hizo pensar. ¿Me conocería esa persona y yo no la reconocí? – hecho muy frecuente en mi vida, por cierto-. ¿Es evidente mi problema visual? ¿Fue un hecho sin más? ¿Me lo dijo porque tenía más perspectiva desde su posición?
Sea como fuere, su acción me ayudó, me alegró el día y me ha confirmado que aún hay esperanza en esta sociedad. Existen personas que están dispuestas a ayudar con unas simples palabras o una sonrisa a los demás sin esperar nada a cambio y sin conocerlas. Así que para finalizar solo quiero agradecer a esa ciudadana anónima que fuese cual fuese su razón me ha ayudado esta mañana. Y también animaros a ayudar a aquellas personas que lo necesiten; todos podemos hacer algo por los demás.
Sé que para muchos esto es una mera anécdota sin más pero para quienes vivimos día a día las vicisitudes de la baja visión es como un gran rayo de sol en un día muy nublado. Un empujoncito que nos ayuda a superar aquellas barreras diarias o para hacerlas un poco más pequeñas.
¡Mil gracias por hacer de este un mundo más bonito para todos!